Invectivas contra mujeres
Las invectivas contra las dueñas de mano de un dezidor de más baja alcurnia que éstas constituyen un ataque de tipo vertical/ hacia arriba. Estos poemas subvierten paródicamente tanto las temáticas como los criterios formales de los dezires lírico-laudatorios destinados a una mujer, los cuales son vehículos de expresión del amor cortés con su dama endiosada e intocable. Los maldezidores, en efecto, se encargan de bajar a esa estatua fría y rígida del pedestal cortesano, y nos encaran con una mujer de carne y hueso, muy fuertemente sexuada, que atiza el deseo y los instintos más bajos del varón[43]. Por ejemplo, en el picantísimo dezir de disfamaçión n° 104 del CB, cuya intención estriba, según aclara la rúbrica baenense, en “afear e deshonrar a una dueña d’este reino”; Villasandino, a ruego de un caballero protegido por el anonimato, zahiere sin merced a una dama que, si bien al parecer solía regalar con facilidad sus encantos a otros –por no decir a todos– se había mostrado insensible ante todas las estrategias de seducción elaboradas por el galán. Los insultos (de borrica en adelante) se agolpan, pues, en el poema, y se suceden crudas descripciones gráficas de los genitales de la dueña, así como de todo lo que, en boca del maldezidor, el imaginativo caballero piensa hacer en su compañía.
A lo largo del poema, el poeta humilla, veja, y hace descender a la dama del estatus de objeto de veneración al de objeto sexual, de lo sagrado e intocable a lo bruscamente corpóreo: el sexo se convierte en una sinécdoque de la dama. En efecto, cada estrofa contiene varios para-sinónimos coloquiales, e incluso vulgares, de la vagina:
Señora, flor de madroño
yo querría sin sospecho
tener mi carajo arrecho
bien metido en vuestro coño.
Por ser señor de Logroño
non deseo otro provecho
sin foder coño estrecho
en estío o en otoño[44].
Por su parte, la dama insultada no se queda atrás en lo concerniente a la obscenidad, ya que, de mano del poeta Francisco de Baena (n. 1424), le replica a Villasandino insultándole de “viejo maldiçiente” (CB n° 105, § 7e), y con un lenguaje de carretero que haría estremecer los buenos modales. He aquí la primera estrofa, quizá una de las menos groseras del texto:
Señor, más floxo que bledo,
es esse vuestro vergajo,
bien paresçe estropajo
de los que revuelvo al dedo.
Con el más pequeño pedo
que yo tengo en el mi cuajo,
botaré del rescrebajo,
aunque tosca, bien de quedo (§ 1)[45]. Invectivas contra cortesanos
En los maldezires contra un personaje destacado de la corte, estamos también frente a invectivas de tipo vertical/ hacia arriba. Tomemos como botón de muestra un ciclo de reqüestas de Baena contra Ferrán Manuel de Lando. En la pieza inicial del ciclo (CB n° 359), Baena destaca el humorismo inherente a su poema, y afirma que le es menester echarle pullas a don Ferrán a fin de que “se publique/ la vuestra çiençia de grant maravilla/ en esta corte del rey de Castilla” (§ 1abc). Y, de acuerdo al principio de transitividad de las reqüestas, el secretario del rey le insta a don Ferrán a que le responda:
No se vos torne la cara amarilla
por que mi lengua vos unte o salpique;
por ende, vos ruego, señor, que se aplique
la vuestra persona sotil muy honesta,
dándome luego famosa respuesta (§ 2cdef).
Ahora bien, conforme los dos contrincantes se van acalorando y sube el tono ofensivo entre ellos, Baena llega a propagar, en el dezir n° 363 del CB, el aberrante rumor de que un “chato pastor de Ubrique” (provincia de Málaga) sodomizara al doncel. A raíz de esto, no resulta sorprendente que nuestro maldezidor metaforice el poema vejador enviado al de Lando como cuatro docenas de cagajones (festes) de mula pardilla:
Ferrand Manuel, boz mala vos guique
diz’ que vos dexó en la culcasilla
un chato pastor toda rezmilla
e fuese fuyendo al campo d’Orique.
Por ende, acorred que non frutifique
en vos algunt daño tan mala tempesta,
ca si la materia quedó muy digesta,
señor, medio puto vos queda el taxbique (§ 1) [46].
Sin duda, puede resultar chocante para el lector que un simple escribano del rey le remita a un noble de alta alcurnia unos versos tan indecorosos. No obstante, participar en el juego de la reqüesta implica, por una parte, que el adversario esté dispuesto a recibir cualquier tipo de embestidas que le dé el adversario, incluso los golpes más bajos, con el fin de divertir a los cortesanos y los demás letrados. Por otra parte, ya se ha dicho que, en los poemas lúdicos, los poetas siempre actúan bajo la identidad de bufones, lo que les permite proferir los más feroces insultos contra los grandes del reino sin temor a ser perseguidos, y que su violencia, a diferencia de los bufones europeos, siempre se limita al aspecto verbal y nunca llega al físico[47].
Invectivas contra judeoconversos
A diferencia de los maldezires contra las damas y los cortesanos, en las invectivas contra judeoconversos estamos ante una relación entre reidor/ objeto de risa de tipo vertical/ hacia abajo, dado que los dezidores llevan al paroxismo la degradación grotesca del otro. En el crudo poema CB n° 396, por ejemplo, Alvar Ruiz de Toro promete alimentar al converso Baena con estiércol, heces de jaca y carne de cerdo, y hacerle sorrabar a un perro, esto es, “fazerle el buz (‘beso’) debaxo del rabo[48]”. Ahora bien, aunque tales actitudes podrían interpretarse como formas de vejación violentas, o, incluso, hasta una demostración del antisemitismo visceral del dezidor; en este contexto lúdico, y con la distancia humorística, pensamos que se deberían leer más bien como un simple “motivo” o “herencia” tradicional, al igual que lo hiciera Mikhail Bajtín con respecto a los frecuentes rociamientos de la gente con heces y orina en la obra de François Rabelais[49].
Otro tipo de degradación, en las invectivas contra judeoconversos, radica en negarle a un varón su hombría. Así, en un dezir de fray Diego de Valencia (CB n° 501), destinado a Johan de España, un converso leonés. En el poema, nuestro dezidor pinta a un judío castrado (“pues que non tiene baçín”), y lo insulta con hebraísmos que le confieren a los versos una chirriante rima aguda, muy a tono, por cierto, con el contenido zaheridor del mismo:
Todos fuemos espantados
maestros, rabíes, cohenín, [sacerdotes]
ca les fueron sus pecados
d’este sofar ahením, [corneta de necios]
pues que non tiene baçín [huevos]
quiso infinta fazer;
ahora finque por manzel, [bastardo]
pues tan mal pertrecho tray (§ 2)[50].
El uso de hebraísmos, en el fragmento citado, constituye un fenómeno peculiar en el contexto de la invectiva. En efecto, al resultar críptico para los que desconocen la lengua hebrea, el ataque es más individualizado, hiriente y humillante para la víctima. Esta última es degradada ante su propia comunidad, o sea, ante quienes lo reconocen como parte integrante de la misma, y entre los cuales afirma su identidad por oposición a ese otro que lo rechaza.
La negación del honor, de un origen y de una familia dignos también es típica de las invectivas contra conversos: éstos últimos siempre son bastardos o cornudos (cucos). Así, en uno de sus maldezires contra Davihuelo, un bufón favorito de la corte de los reyes Enrique III y Juan II, Villasandino embiste al judío ferozmente con estos versos:
Sandío, mal aconsejado,
persona mal consejada,
la que tienes olvidada
sé que a ti olvidado
por ante cuco provado.
Fijo de algunt vil barbudo
e de vil puta barbuda
devrié ser quien razón cruda
muestra con rigor tan crudo (CB n° 184, §§ 2efghi y 3)[51].
Por último, los dezidores le deniegan al converso el estatus del caballero cristiano, y no faltan en echarle en cara su cobardía, un tema literario que también será reciclado por otros bufones en épocas posteriores[52]. Así el dezidor Ferrán Manuel de Lando, en CB n° 374, le echa en cara a Baena su estado de chupatintas medrado:
En sino forçado e muy abundante
nasçistes, amigo, de grant exorzismo
e non siento moro en el paganismo
que vuestra espada cruel non quebrante;
ca siempre enfengistes de muy batallante
en obra de armas valiente, perfecta,
con escrivanías e tinta bien prieta,
sumando las rentas del año passante (§ 1)[53].
Con todo, cabe recordar que no estamos frente a unos panfletos antisemíticos, sino ante dezires humorísticos. Como prueba al canto, diremos que el propio Baena parece tomar con humor los ataques contra su condición de converso, al reivindicar con ímpetu sus orígenes y resaltando sus rasgos físicos popularmente atribuidos a los judíos[54]. En efecto, en el poema CB 395, nuestro escribano le responde a Ruiz de Toro (CB n° 394) designándose como cohíno y orgulloso portador del apellido hebreo de los Abravalla, y amenazando con “descartarle su pixa e cojones”. Escuchémosle en sus propias palabras:
Muy alto, benino
pues este cohino
está muy canino
e busca reqüesta,
[…]
Ca él se confiessa
en lo que procesa
por arte confessa
de los de Abravalla
que lo pon’ en prisa
e mal lo remessa
mi lengua professa
por arte de talla[55].
Las referencias humorísticas y burlescas de Baena a su origen judaico marcan el inicio de una tradición con fortuna literaria hasta el siglo de Oro. En efecto, la generación de poetas bufones de inicios del siglo XV hallará un destacado sucesor en el Ropero de Córdoba, Antón de Montoro (c. 1404-1477), quien, valiéndose del concepto de la indignitas hominis, no vacilará en exhibir su condición de judeoconverso en poemas en los que, simultáneamente, es sujeto y objeto de la risa. Como vimos anteriormente, esta forma de humor negro, a la vez que constituye un mecanismo de defensa ante la agresión, la marginalización social y la frustración que ésta genera, provoca una risa de liberación en el vate y le proporciona la oportunidad de reírse del otro agresor. En efecto, como bien lo intuyera Roncero:
Reírse de sí mismo le va a permitir [al poeta] reírse de los demás; la autohumillación a la que se somete por su origen manchado le concede la bula de humillar a sus conciudadanos sin importarle el estatus social al que pertenecen.[56]
En suma, a diferencia de los dezires de sátira moral o social, la divulgación de los vicios de un individuo no tiene fines edificantes sino burlescos. Estamos, en efecto, frente a un juego entre letrados destinado a divertir a los cortesanos. Estos textos también se distinguen del dezir gayoso por la risa de exclusión que generan, y por cuanto se trata de un ataque de tipo vertical/ hacia arriba (contra cortesanos) o vertical/ hacia abajo (contra mujeres y judíos).
humor y decoro:
El buen dezidor no sólo debe saber armonizar la ética y la estética en su uso de la palabra (dezir bien), sino poseer virtudes afines con este discurso ético-estético[60]. En una de sus reqüestas contra Baena, el doncel de Lando nos da a conocer las cualidades anímicas de un dezidor por oposición a los defectos condenables de un maldezidor:
El simple pajés que ara
toda sobervia refuye;
quanto la saña destruye
la mesura le repara;
quien de maldezir se ampara
es más fuerte que Sansón
e sabio más que Salomón;
señor, pues notat el son,
por que vuestra presunçión
non desvare si desvara[61].
Según denota la cita supa, la humildad y la mesura convienen más que la saña del maldezidor, y quien se guarda de maldezir supera en fuerza a Sansón y en sabiduría al rey Salomón. Así pues, la humildad, la mesura, la templanza y la fortaleza –ya citadas por Quintiliano en su Institutio oratoria[62]– serían cuatro de las cualidades anímicas del poeta bueno que dize bien. Por otra parte, Alfonso Sánchez de Jaén menciona los Disticha Catonis como su modelo de conducta para responder con templanza a las sañosas pullas de Baena ante unos deitados “de deshonores bien guarnidos” que le había enviado el primero:
Por vos, cavallero, los he yo sufridos
por los Consejos de sabio Catón
los quales echastes en el talegón
por que de vos non fuesen sabidos.
Yo vos respondo con grant atemprança
porque vos veo muy arrebatado,
e por guardar, señor, vuestro estado,
plégavos de aver aquí temperança;
non por temor nin por desesperanza
mas por guardar la vuestra nobleza,
yo vos suplico que por gentileza
que non fagades otra inovança[63].
En este fragmento, Alfonso Sánchez indica que es propio del noble ser templado, porque de tal forma “guarda su estado” (o sea, ajusta su género de vida con su rango). Dicho de otra forma, al no crear un maldezir de respuesta, Villasandino “guardará su nobleza”, es decir, que mantendrá el decorum debido a su rango de hidalgo. Quizá sea interesante señalar que Villasandino ofrece una respuesta de una breve copla a este poema de Sánchez de Jaén, y que, ignorando los reproches que se le han hecho sobre su falta de templanza, tan sólo atiende a la finida del mismo.
3.2. Leyes de cortesía y sociabilidad literaria
En las reqüestas, la falta de cortesía y de mesura puede constituir un motivo de sanción por parte de un dezidor-escribano contra un dezidor-caballero cuyo comportamiento haya violado las leyes del Amor Cortés. Así lo vemos, por ejemplo, en el dezir n° 255 de Villasandino, una respuesta a una reqüesta de deshonores de mano de Ferrán Manuel de Lando:
Ferrant Manuel, amigo e señor,
¿quál fue la razón o por qué movistes
a me requerir segunt requeristes,
de mí non oyendo ningunt desonor?
Aquí fue fallida la regla de amor,
que quien Amor sirve cortés deve ser
assí en dezir como en fazer;
quien onra cobdiçia ser deve onrador (§ 1)[64].
En el verso “que quien amor sirve/ cortés debe ser/ assí en dezir como en fazer”, Villasandino está apuntando a la incongruencia entre la condición de poeta cortesano, bien nacido y siervo de amor, y su acto descortés con la creación de dezires difamatorios. En efecto, así como el buen dezidor debe dezir bien, el poeta cortesano ha de ser cortés, valga la redundancia, por cuanto su discurso se origina en el amor y honra al amor.
Las observaciones que preceden nos llevan a plantear unas hipótesis sobre los criterios poéticos de las reqüestas. En primer lugar, las reglas del decoro (onestidat) y sociabilidad literaria que rigen la poesía cortesana, explicarían el carácter transitivo de estas piezas, o sea, el requisito de una respuesta. Estos planteamientos se pueden intuir a la luz de un valioso metatexto reseñado en un poema de Lando dirigido a Villasandino:
Pero luego aquí protesto
que esta salva que vos fago
non es por dubdar el trago
de vuestro dezir modesto,
salvo porqu’es mas honesto
responder con cortesía,
que yo por cualquier vía
tinta e papel tengo presto (CB n° 257, § 2)[65].
Según denota la cita precedente, el poeta ha de “tener presto tinta e papel” para contestar cualquier texto que le dirijan sus compañeros, y la falta de respuesta, un acto descortés, explica por qué la victoria iba ipso facto al emisor de la reqüesta. En segundo lugar, el decoro y la mesura instan a los poetas a responder cortésmente so pena de ser sancionados por excesos de saña. En efecto, cuando un dezidor de menor categoría (social/ escolar) viola las leyes de la cortesía o falta a la mesura en una reqüesta contra un personaje de alta alcurnia, éste último puede negarse a responder o hacer que otros poetas contesten al maldezidor en su nombre[66]. La negación/ delegación de respuesta no son consideradas, en este caso, como una falta de cortesía, sino como una forma de sanción para el emisor de una reqüesta que se excediera. Por ejemplo, en CB n° 117, fray Lope del Monte sanciona a Villasandino, que no era letrado ni noble, por haber denostado, en una reqüesta, al Cardenal don Pero de Frías:
Quien troba parlando, non seyendo letrado,
de costelaçiones et de astronomía,
pues yerra en los puntos de su notomía,
e finca en sus dichos muy avergonzado,
ca d’esto fablar non yaze en deitado;
por ende castigo devía ser puesto
al que trobando declama denuesto
de quienquier, de más si tien’ gran estado (§ 2)[67].
En suma, es propio de los dezires de invectiva, con su criterio poético de la transitividad, ser contestados como una forma de cortesía entre poetas cortesanos. Sin embargo, faltar a las reglas de sociabilidad o bien extralimitarse un dezidor contra un personaje más alto que él entraña sanciones como el aborto de un ciclo de poemas y la derrota del reqüestador. la poética de la estética
Los dezires de invectiva están regidos por un código ético-estético que les es propio, el cual permite a los dezidores conciliar el humor y el decoro en estos textos. Entre otros aspectos destacan: a) los códigos de conducta ético-morales; b) los usos de cortesía (la poesía cortesana se vincula con el ideal del hombre cortesano); c) las leyes de sociabilidad literaria (entre letrados que intercambian estos poemas); d) reglas poéticas específicas.
3.1. La ética de los dezidores
En el Medievo el verbo dezir se vincula, simultáneamente, con el dictamen (‘escribir de forma ordenada y con palabras placenteras’), la literatura (‘componer poesía’), y en forma sustantivada, designa el género poético del dezir. A su vez, la fórmula dezir bien, tan presente en los textos medievales, denota tanto la calidad retórica del discurso como el fin ético superior de la poesía[57]. Así, pues, el poeta que dize bien es aquel quien armoniza el uso ético y estético de la palabra; y dezir bien se opone a maldezir (‘vilipendiar’), una falta de la cual debe guardarse el poeta cortesano. Echar pullas o infamar (profaçar) estriba en un discurso con doble filo que hiere a quien lo profiere, lo cual Baena denota al pintar al maldezidor como un ruiseñor (filomena) atrapado en las redes de su propio discurso infamatorio:
Quien su lengua desenfrena
enagena
su honor, bien entendedes
con las redes
que toman la filomena (CB n° 385, § 3abcd)[58].
Si dezir bien es propio del poeta cortés, en quien se armonizan el buen nacimiento y el numen divino –o el aprendizaje escolar– para escribir, maldezir, en cambio, es propio de los poetas rústicos, de mala calaña o de baja alcurnia. El maldezidor, en efecto, trueca la escarlata de los nobles por la áspera tela de cáñamo (camuna) que vestían los campesinos:
El que resçibe en la cuna
graçia divina en fablar,
non siento persona alguna
que gela pueda quitar;
el cuidar
luego pujar
es trobar
como troban en Porcuna
repullar
e profaçar
es trocarescarlata por camuna (CB n° 256, §2)[59].
conclusiones
En este estudio, hemos traído triunfalmente de vuelta el humor, la risa y la jocosidad que, acaso injustamente, habían sido desterrados de los estudios del dezir. Hemos reseñado, en efecto, las leyes de escritura que rigen dos subgéneros del dezir lúdico: el dezir gayoso y el dezir de invectiva, a partir del tipo de risa que los originan y que generan. Si bien el primero apunta a provocar una risa cómplice o inclusiva, el segundo puede, al contrario, tornarse en una degradación grotesca del individuo y la plataforma de un chirriante humor negro del cual no se salvan ni las damas, ni los varones de alta alcurnia, ni los altos dignitarios eclesiásticos, ni los judeoconversos. Y es que el decorum de los dezidores no prohíbe a nuestros poetas maldezir acerca de sus pares de forma lúdica, mas los abusos son severamente sancionados e invalidan el criterio poético de la transitividad propio de los dezires de invectiva.
En su intento de reubicar al dezir en su contexto cultural, Gómez-Bravo ha vinculado el florecimiento del género con una evolución paralela de las teorías retóricas del Medievo, la evolución de la enseñanza universitaria y la ascensión de la nueva casta intelectual del primer humanismo. Asimismo, dicha estudiosa afirma que el hallazgo de manuscritos de Quintiliano (1416) y de Cicerón (1421) impulsa el auge de la nueva retórica stricto sensu, como teoría discursiva dominante en los escritos humanistas del siglo XV y el desprestigio del arcaico dictamen[68]. No obstante, quizá se debiera matizar en algo esta hipótesis, al afirmar que un buen dezidor también podía ser un buen maldezidor en términos de ética y estética. En efecto, de no ser así, ¿por qué los poetas intercambiarían estas obras con tanto gusto y asiduidad? ¿No será, acaso, que la inversión del discurso en ariete requería una mayor agudeza lingüística, técnica y artística, a fin de darles coherencia a estos poemas que consistían en lo que José María Azáceta llamara, y no sin acierto, “disparates trovados[69]”?
NOTAS
[43] Con respecto a las invectivas contra mujeres, por cierto más abundantes en Cataluña que en Castilla, puede ser de interés general la obra Contra las mujeres: poemas medievales de rechazo y vituperio, R. Archer & I. de Riquer, (eds.), Barcelona, Quaderns Crema, 1999.
[44] Alfonso Álvarez de Villasandino, “Señora, pues que non puedo…”, ID1244, en CB, op. cit., n° 104, pp. 131-132. Para un análisis del vocabulario obsceno y soez en los dezires de difamación en el CB, remitimos al estudio de A. Puigvert-Ocal, “El léxico de la invectiva en el Cancionero de Baena”, en Cancioneros en Baena. Actas del II Congreso Internacional ‘Cancionero de Baena’. In memoriam Manuel Alvar, J. L. Serrano Reyes & J. Fernández Jiménez (eds.), Baena, Córdoba, Ayuntamiento de Baena, vol. I, 2003, pp. 335-363.
[45] Alfonso Álvarez de Villasandino, “Señora, pues que non puedo...”, ID1244, en CB, op. cit., n° 104, pp. 131-132; Francisco de Baena, “Señor, más floxo que bledo...”, ID1245, en CB, op. cit., n° 105, pp. 132-134.
[46] Juan Alfonso de Baena, “Ferrand Manuel, por que se publique…”, ID1484, en CB, op. cit., n° 359, p. 639; ídem “Ferrand Manuel, boz mala vos guique…”, ID1488, en CB, op. cit., n° 363, pp. 641-642.
[47] Roncero López, op. cit., p. 42.
[48] Alvar Ruiz de Toro, “Manjar muy sabroso de fino alcuzcuz…”, ID1522, en CB, op. cit., n° 396, p. 670.
[49] Mikhail Bajtín, La cultura popular en la Edad Media y el Renacimiento, Madrid, Alianza, 1998, pp. 133-135. Con todo, en este caso, al no rociar al vilipendiado con heces sino al obligarlo a comérselas, quizá pueda verse un matiz antisemítico más burlesco todavía, si recordamos, por ejemplo, que las leyes de pureza del Levítico prohibían esta práctica, y que el profeta Ezequiel (IV, 12-15) se negó a ello aun bajo mandato divino.
[50] Diego de Valencia, “Juan de España, muy grant saña…”, ID1627, en CB, op. cit., n° 501, p. 343.
[51] Villasandino, “Davihuelo, que me quito…”, ID1324, en CB, op. cit., n° 184, pp. 209-210.
[52] Roncero, op. cit., p. 44.
[53] Ferrán Manuel de Lando, “En sino forçado e muy abundante…”, ID 1499, en CB, op. cit., n° 374, p. 646.
[54] Márquez Villanueva, op. cit., p. 393.
[55] Juan Alfonso de Baena, “Muy alto, benino…”, ID1521, en CB, op. cit., n° 395, pp. 668-669.
[56] Roncero, op. cit., p. 43. No resistiremos a la tentación de aunque sea citar algunos versos de este tipo de poesía de la segregación que Antón de Montoro le dedica a la reina doña Isabel: “Oh, ropero, amargo, triste/ que no sientes tu dolor./ Setenta años que naciste,/ y en todos siempre dixiste:/ inviolata permansiste,/y nunca juré al Criador./ Hice el Credo y adorar/ ollas de tocino y grueso,/ torreznos a medio asar; / oír misas y rezar,/ santiguar y persignar;/ y nunca pude matar/ este rastro de confeso,/ por do mi culpa se escombre/ no pude perder el nombre/ de viejo puto y judío.” Antón de Montoro, “Oh ropero amargo e triste…”, en J. Rodríguez Puértolas, Poesía crítica y satírica del siglo XV, Madrid, Castalia, 1989, pp. 316-317. También recomendamos la obra de M. Costa, Bufón de palacio y comerciante de ciudad. La obra poética del poeta cordobés Antón de Montoro, Colección Estudios cordobeses, Córdoba, Diputación 2001.
[57] Sobre esta temática, remitimos al trabajo erudito de Gómez Bravo, op. cit., pp. 152-153.
[58] Juan Alfonso de Baena, “Señor, mal se desordena…”, ID 1510, en CB, op. cit., n° 385, pp. 655-656.
[59] Villasandino, “Señor Álvaro de Luna…”, ID 0556, en CB, op. cit., n° 256, pp. 455-456.
[60] Dice San Isidoro de Sevilla en sus Etimologías: “Rectorica es ciencia de bien dezir [...] El orador es varón bueno, enseñado de dezir”. El origen de este concepto retórico se puede rastrear en Quintiliano e, incluso antes, en Catón, para quienes “hablar bien” (o sea, dezir bien) se combina con una moral intachable, las virtudes y las intenciones honorables del orador, el vir bonus dicendi peritus. Para un análisis de esta terminología, véase: Gómez-Bravo, op. cit., p. 166; y J. Murphy, & R. Katula, A synoptic history of classical rhetoric, Davis, Hermagoras Press, 1995, pp. 177-205.
[61] Ferrán Manuel de Lando, “Johan Alfonso, alçad la cara...”, ID1397, en CB, op. cit., n° 263, pp. 465-467.
[62] Quintiliano lista una serie de atributos y cualidades que han de predominar en su “hombre virtuoso que habla bien”; entre otras: la sabiduría (xii. 1.25); la fortaleza (xii. 1.17); la cortesía; la bondad; la templanza; la mesura moral y la benevolencia (xi. 1). Para más información, véase: Murphy & Katula, op. cit. pp. 177-205.
[63] Alfonso Sánchez de Jaén, “La mi inorançia non fue movida…”, ID1267, en CB, op. cit., n° 127, pp. 158-159.
[64] Álvarez de Villasandino, “Ferrant Manuel, amigo e señor”, ID1391, en CB, op. cit., n° 255, pp. 453-454.
[65] Ferrán Manuel de Lando, “Alfonso Álvarez, amigo…”, ID0514, en CB, op. cit., n° 257, pp. 456-458.
[66] Conste, sin embargo, que esto puede ser también el caso cuando el blanco de las pullas no tiene suficiente pericia técnica para contestar un poema, como, por ejemplo, el caso que ya hemos visto de la dueña deshonrada por Villasandino que contesta de mano de Francisco de Baena.
[67] Fray Lope del Monte, “El sol de justiçia por su providençia…”, ID1257, en CB, op. cit., n° 117, 150-152.
[68] Gómez-Bravo, op. cit., p. 161.
[69] J. M. Azáceta, Cancionero de Juan Alfonso de Baena, Vol. 3, Madrid, CSIC, 1966, p. 838.