LA BODA DE ALFONSO ÁLVAREZ DE VILLASANDINO:
CELEBRACIÓN Y REIVINDICACIÓN LABORAL
Joaquim Ventura Ruiz
(Sección de crítica de la Asociación de Escritoras e Escritores en Lingua Galega)
En el corpus lírico conservado de Alfonso Álvarez de Villasandino -223 canciones, de ellas 6 de autoría probada y 4 de atribución dudosa no incluidas en el manuscrito de París del Cancionero de Juan Alfonso de Baena- las composiciones vindicativas de su condición profesional son nada menos que 69, un 30% aproximadamente.
En un trabajo anterior, de ámbito más amplio,[1] ya habíamos incluido, junto a las de otros poetas, las reivindicaciones profesionales hechas por Alfonso Álvarez de Villasandino mediante la poesía. Encarar tal cantidad de composiciones exigiría un espacio del que no disponemos, por lo cual nos centraremos en un miniciclo que participa de una dimensión amorosa y de otra satírica: su boda con doña Mayor, el segundo matrimonio para el poeta. Tratan este asunto, de una u otra manera, las canciones que aparecen ordenadas con los números 5 (ID1151),[2] 6 (ID1152), 111 (ID1251, R1250), 112 (ID1252, R1251), 113 (ID1253, R1252), 114 (ID1254, R1253), 148 (ID1288), 222 (ID1362) y 223 (ID1363).
La primera de las cantigas es una de las dos que dedicó a su segunda esposa, rubricada explícitamente de la siguiente manera: «Esta cantiga fizo el dicho Alfonso Álvarez por amor e loores de su esposa, la postrimera que ovo, que avía nombre Mayor».[3] Encabeza todas las estrofas con el nombre de su esposa, Mayor, en coblas capdenals, en condición homónima como adjetivo aplicado a «gozo aventajado», «alegría estraña», «onra», «viçio», como adverbio «mayormente» y como predicativo de «mi deseo». En la canción, que dirige a un hipotético auditorio de amigos, manifiesta sentirse el hombre más feliz del reino («que non tiene otro serviente de mi estado en toda España») y de igual manera confiesa que ha ganado en honra y bienestar («onra e más folgança»); en placer («viçio con firmeza»), gracias al semblante de ella y que fueron su rostro, su garbo, su hablar y su donaire lo que le ganaron («el mi coraçón vençió», «d’esta flor que me forçó») y le reconfortan («me faze bevir penoso»).
Pero la otra cara de la moneda la encontramos en la canción siguiente, en la que se dirige al mismo público que en la anterior. A ello ayudan los versos cuatrisílabos, frente a los cuales destacan los refranes rimados, y sobre todo la rúbrica, que dejaría bien a las claras la intención del autor: «Esta cantiga […] fizo e ordenó el dicho Alfonso Álvarez a su muger después que fue casado con ella; por quanto paresçe por la dicha cantiga, él fue repiso del casamiento e más la quesiera tener por comadre que non por muger, segund la mala vida que en uno avían por çelos e vegez e flaco garañón».[4]
Sin embargo, si comparamos la rúbrica con el contenido, aquella más parece fruto del delirio del antólogo, como sucede en otros pasajes del cancionero,[5] pues en sus versos Alfonso Álvarez no hace la más mínima insinuación al respecto sino que, contrariamente, toma el motivo del amor por su esposa y lo adapta al tópico de la coita de la lírica amorosa gallego-portuguesa. Así, todo lo que le aporta de bueno se le vuelve en contra («por ser leal / resçibo mal / donde plazer atendía»), frente a lo cual debe dominar el enojo que le provoca la cuita (es decir, el sentir o tener amor) puesto que al final de sus días encontró lo que buscaba: «pues que fallé / lo que busqué / en la mi postrimería». Un hallazgo hecho tras una vida porfiando locamente por el amor («Desque nací,/ siempre seguí Amor e fiz’ follia»),[6] por lo cual aconseja no seguirlo («Faz’ gran error / quien por Amor / todos tiempos se guía») y, en caso de no conseguirlo, no dejarse vencer por el abatimiento que la cuita provoca: «mas la color,/ de tal dolor / es mostrar alegría».
La celebración de tales amores, la boda, le supondría unos gastos que Álvarez de Villasandino, poeta cortesano, no podría asumir con garantías. Para ello necesitó acudir –ni que fuese en apariencia o como juego lírico- a la merced de quienes le rodeaban y a vigilar la lista de sus invitados, si consideramos los mecanismos metafóricos de la sátira literaria. En ese sentido, Álvaro de Cañizales compuso una sentencia (la canción 111) que podemos sospechar encargada por el Adelantado Perafán si atendemos la canción siguiente a manera de respuesta. En ella, el autor dice que intercede en su «caso apurado» a manera de árbitro («por alcalle arbitrador / me pongo sin ser llamado») y vista la situación, condena al demandante a darle «un balandrán enforrado / que llegue fasta el tovillo, […] de buen vino colorado […] lleno un baxillo / e del trigo redondillo / vos tenga bien abastado», motivado todo ello «porque soes enamorado».[7]
Álvarez de Villasandino habría replicado con la composición que figura a continuación, hecha «contra el dicho Adelantado Perafán, la qual es muy bien fecha e sotilmente ordenada por los mismos consonantes que va el primero dezir, e assimesmo satisface a todos los motes qu’el Adelantado le propuso en sus respuestas».[8] El autor critica al Adelantado la indiferencia que ha mostrado ante su enlace («para yo fazer mi boda poco avedes ayudado»)[9] y apela a que sea su hijo Diego quien le pague «millar e medio juntado para el año que verná».[10] De nuevo echa mano del refranero para afirmar que «más val’ pardal de mano que buitre muy embolado» y pone como ejemplo el regalo de un anillo que le hizo Pero Carrillo o como «Pero López de Ayala […] me mandó una gualdrapa»,[11] amén de otros.
Por encargo atendido por Ferrán Pérez de Guzmán, el Adelantado replica aconsejando a Alfonso Álvarez («mi amigo desposado») que no hay porque atender a quien se mete en faena («quien se casa o quien se enloda o quien sus majuelos poda»)[12] y que por ello no ha de atender ningún pago y menos tener que hacer como Pero Carrillo («esse gentil cabdillo») o Pero López de Ayala («de respuesta buena o mala / que vos diesse mi cuñado»).[13] Con todo, le anima a no desfallecer pues de la unión con esa monja no saldrá desnudo («yo bien creo que de aquessa / noble e gentil professa / non saldredes denodado»).
Segunda réplica de Alfonso Álvarez que viene encabezada por una rúbrica que, entre otras cosas, dice que a la vista del comportamiento del Adelantado, a quien había invitado a su enlace, «por quanto el dicho Adelantado non le fizo ayuda, descombidólo». En ella responde que «de la pobreza reniego», igual como hace de quien nunca tendrá fama de generoso, en la certeza que la despreocupación del Adelantado le permitirá disfrutar del próximo verano: «bien creo que este verano / folgaredes gordo y sano / en Toledo e bien bañado».[14] Acaba, después de diversos envites por su tacañería, renunciando a cualquier consejo que le quiera dar y vivir el resto de su vida en compañía de su mujer: «Non quiero ser consejado / de señor tan miserable, mas bevir en lo fincable, de muger acompañado».[15]
En un registro parecido, Álvarez de Villasandino se dirigió a Juan Hurtado de Mendoza, Mayordomo del rey, en la composición numerada como 148, en busca de ayuda. No lo dice la rúbrica pero lo deducimos fácilmente por el texto de la canción cuando dice: «Por ser desposado / querría, cuitado,/ ser çedo casado / aviendo merçedes del alto ensalçado».[16] Sin embargo, y con un tono de burla no disimulado, añade que no se preocupe, que ya se siente pagado en su soledad: «[…] non vos enogedes / nin ya non tomedes / por mí más cuidado. / Que yo soy pagado,/ por non ser velado,/ de estar apartado / entre estas paredes».[17]
También apeló al rey, «faziendo saber a su merçet en cómo era desposado», dice la rúbrica.[18] Después de una alabanza a la real persona, Alfonso Álvarez le comunica al rey su enlace («Dios e mi ventura e fado / quesieron, señor, notad, que yo fuesse en tal edat / nuevamente desposado»)[19] con una señora de buenas reputación y familia, («buena e de buenos parientes») y que suyo será a pesar de ciertas habladurías («aunque pese a maldizientes,/ suyo só e seré de grado»), para lo cual le pide ayuda: «fazetme merçet e ayuda / con que pueda ser casado».
Insiste Alfonso Álvarez (en la canción numerada como 223) en la reclamación de la solicitud anterior y con referencia a la que hizo a su mayordomo, Juan Hurtado, mencionando las formas poéticas usadas («la una como discor,/ la otra como deslay»)[20] y reclamando ayuda para que se pueda confeccionar la librea de casamiento o que el rey le preste la suya: «vestidme de verdeguay / o de lira o de contray / de qualquier fina color. / Gentil Rey, vuestra librea / sobre mí ponga en tal».
De todo ello podemos sacar algunas conclusiones (y abrir alguna que otra especulación) pero antes convendrá situar quien fue cada quien. En cuanto a la ordenación de las canciones, puede sorprender la distancia que existe, en cuanto a su colocación en el cancionero, entre las dos primeras composiciones referidas a la segunda mujer de Álvarez de Villasandino, Mayor, y las canciones de reivindicación económica. Cabría suponer que las primeras serían posteriores –o, al menos, simultáneas- respecto a las otras, que se agruparían en las canciones cruzadas con el Adelantado Per Afán de Rivera (111 a 114), la enviada a Juan Hurtado de Mendoza (148) y las dos dirigidas al rey (222 y 223). Tal circunstancia no sería ajena a las vicisitudes que habría sufrido el cancionero en su proceso de elaboración o de posterior copia.[21]
Yendo al contenido de las canciones, podemos suponer que la nueva esposa del poeta podría ser una religiosa si atendemos a algunas citas que en ellas aparecen. El primero en reconocerlo habría sido el propio Alfonso Álvarez cuando en la canción 112, en respuesta a la de Álvaro de Cañizales, dice: «Mi señor Adelantado,/ ya la fiesta se revessa, / atendiendo a la abadessa / a quien fui encomendado». Para los editores[22] sería «probablemente alguna pariente de la familia real. En su testamento, Enrique III dejó legados a doña Inés y doña Isabel, sus tías, de Santa Clara de Toledo y a “la abadessa e dueñas e convento de Santa Clara de Tordesillas”».[23] También se refiere a esta circunstancia, como ya vimos, Ferrán Pérez de Guzmán en la canción que hizo por encargo del Adelantado Per Afán, numerada como 113 y que sería contrarréplica a la anterior.
Pero, ¿quién fue o pudo ser doña Mayor? Es muy probable que se trate de doña Mayor Fernández Pecha, o de Guadalajara, hija de «doña Elvira Martínez de Mendoza, camarera de la reina doña María de Molina» y de «Fernán Rodríguez de Guadalajara, camarero del rey Alfonso XI»,[24] que tuvo por hermanos a «María,[25] casada con Pedro González de Mendoza; Beatriz […]; Alfonso, que llegó a ser obispo de Jaén,[26] y, sobre todo, Pedro, camarero de Pedro I, cargo que abandonó para fundar la orden de los jerónimos[27] […]», ha escrito Santiago Rodríguez Guillén.[28]
[1] Ventura Ruiz, Joaquim. «Trobadores, segreles y juglares: la profesionalización del espectáculo» en Martínez Pérez, A. y Baquero Escudero, A. L. (eds.), Estudios de Literatura Medieval. 25 años de la AHLM. Murcia: Universidad de Murcia, 2011, págs. 937-946.
[2] Este número de identidad corresponde al que B. Dutton dio a las composiciones incluídas en el Catálogo-índice de la poesía cancioneril del sigle XV en 1982 (Baena 1993:XXXVIII).
[3] Cancionero de Juan Alfonso de Baena, ed. de J. González Cuenca y B. Dutton. Madrid: Visor Libros, 1993, 17-18.
[5] Cf. Ventura Ruiz, Joaquim. «Garci Ferrandiz de Gerena: ¿una biografía poética falsa?», en Serrano Reyes, J. L. (editor), Cancioneros en Baena II, Actas del II Congreso Internacional”Cancionero de Baena”, Baena: Ayuntamiento de Baena, 2003.
[10] ¿No podría ser venrá?
[22] Baena 1993: 143 nota.
[23] Baena 1993: 143 nota.
[24] Según L. de Salazar y Castro (Historia genealógica de la casa de Haro. Madrid, Real Academia de la Historia, 1959, 171), doña Mayor sería hija de don Fernán Rodríguez Pecha, señor de Atanzón.
[26] Guadalajara, 1330 – Roma, 1389. Sucedió al obispo Juan Lucronio, nombrado por el papa de Aviñón, pero por su minoría de edad no pudo tomar posesión. Lo hizo a la muerte del obispo Andrés, obediente al papa romano, en 1367. Año y medio después dejó el obispado y pasó a Roma (Gonzalo Argote de Molina, Nobleza del Andaluzia, (Sevilla, 1588, 256-257) y luego se unió a su hermano Pedro en la vida eremítica con la fundación de la casa que años después sería el monasterio de San Bartolomé de Lupiana y de la orden jerónima, aprobada por el papa Gregorio XI, de Aviñón, en 1373. La casa recibió diversas donaciones de los familiares de los fundadores y contó con la protección de los Mendoza y de la Corona (A. Herrera Casado, «Lupiana, monasterio jerónimo de San Bartolomé», www.aache.com/monaster/guadalajara_lupiana.htm, consulta 30/11/2014).
[27] S. l. 1326 – Guadalupe, 1402. Después de enviudar en 1366 sufrió una crisis de fe y decidió dedicar su vida a la oración y para ello se unió al grupo del Castañar, instalado en Villaescusa, y dos años más tarde se trasladó con su hermano Alfonso a Lupiana, donde su familia tenía diversas propiedades.
[28] Rodríguez Guillén, S., El Monasterio de Santa María la Real de Tordesillas (1363-1509), tesis doctoral. Universidad de Alcalá de Henares, 2010, 311 (edición digital en dspace.uah.es/dspace/bitstream/ handle/10017/10041/SANTACLARADE TORDESILLAS.pdf?sequence=1, consulta 28/11/2014).