Simbolos
Escudo de Baena
El escudo de armas de Baena está representado por cinco cabezas de moros en campo de plata, sin otros atributos ni adornos heráldicos. La colocación e indumentaria de esas cabezas han sido alteradas por los grabadores y dibujantes modernos que, faltando a los principios heráldicos e históricos, las presentan todas de frente, con grandes turbantes rematados en medias lunas que les dan carácter de turcos, y envolviendo el todo, un manto regio que tiene por cimera la corona real. En esa forma lo viene usando la Villa en la fachada de sus Casas Capitulares y también en sus documentos, pero ni esas medias lunas se usaron en lo antiguo, ni el manto y la corona reales podían ser atributos de una población realenga y si sujeta al Señorío de los Condes de Cabra desde le siglo XIV, por cuyas razones creemos que esa forma de escudo debió adoptarse entrado ya el siglo XIX, cuando anulados los privilegios de los señoríos, volvió la Villa a depender de la corona (grabado núm. 20) Las leyes heráldicas prescriben que esas cabezas deben colocarse siempre de perfil, aunque pudiera, en algún caso particular justificado, alterarse ese general principio, y de aquel modo las vemos puestas en el escudo de Huesca, que tiene dos, el de Caspe, que ostenta otras dos y el de Jaca que tiene cuatro.
El Marqués de Avilés cita también la casa de Freycing en Baviera, que tiene por armas una cabeza de moro coronada de oro, puesta de perfil, y añade luego que el Reino de Aragón antiguamente y después de la Isla de Cerdeña, adornaron sus escudos con cuatro cabezas de moros colocadas en la misma forma, por ser constante en heráldica el colocarlas siempre de perfil y nunca de frente.
El Sr. D. Francisco Piferrer ha publicado, en su conocida obra heráldica, otro escudo de Baena, sin decir de dónde lo tomó, y nosotros al examinarlo nos hallamos también en el caso de poner en duda la autenticidad de sus origen, pues aparte de que son cinco cabezas de reyes moros con coronas antiguas las que presenta, están colocadas de modo, que apartándose libremente de las citadas leyes heráldicas y de su rigidez y seriedad, se asemeja más el escudo a un cuadro donde el pintor ha compuesto y distribuido el color a su capricho. Efectivamente, cada turbante tiene un color variado, verde, oro, rojo, morado y blanco y azul: cuatro cabezas se miran de dos en dos y la del centro está colocada de frente, detalles todos que no estando fundados en principios heráldicos, ni justificados por explicación alguna histórica, nos hace considerar el tal escudo como caprichosa invención de sus autor (grabado núm. 21).
Desgraciadamente no existe, que sepamos, escudo alguno de la Villa tal y como ésta lo llevó en sus primeros tiempos, y ni aun siquiera hemos podido encontrar, a pesar del gran interés con que lo hemos procurado, documento alguno, que de una manera fehaciente, nos diga cuándo y por qué principió Baena a usar del escudo que nos ocupa. Es evidente que ya en el siglo XV lo tenía, pues al describir el Abad de Rute los preliminares de la batalla de Lucena, se expresa de este modo:
“Era costumbre de aquel tiempo no ajena del nuestro quando salían a la guerra las ciudades o villas a vez de concejo llevar cada qual su enseña particular a quien seguir demás de la de sus dueños. Avíase quedado olvidada la de Vaena con la prisa demasiada del rebato (así lo afirma la relación de los archivos de Luque) era su divisa en campo cinco cabezas de moros, armas, por ventura, granjeadas desde el reynado de Don Fernando el 4º, llamado vulgarmente el emplazado, quando Mohamad cognominado Mir Almulemín Acaudille o Abedialle segundo en orden y nombre entre los Reyes de Granada cercó poderosísimo a Vaena y aviéndola entrado hasta la mitad, fue por el valor de sus defensores resistido, echado fuera y obligado a levantar el cerco (queda ya referido arriba) advirtiendo pues al comenzar a marchar la gente de nuestro Conde el olvido y quan dañoso fuera el repararle con esperar a volver por ella, mandó sacar la enseña de Cabra cuias armas eran el animal de su nombre, desusada de más de noventa años antes a semejantes ocasiones por falta della y no necesaria en esta, respecto de aver de quedar presiada la Villa”.
Preciosa es la noticia aunque no diga la forma en que tenía el escudo colocadas las cinco cabezas, y esa tradición, que no tenemos inconveniente en admitir como verdadera, se sigue por las gentes de Baena, hoy como entonces, añadiendo que el caso especial que dio origen a la adopción de ese escudo fue el haber luchado, en singular combate, durante el asedio de Muhamad, cinco caballeros de Baena con cinco mahometanos, a los que vencieron y degollaron.
Sería muy de desear el que se hallara algún dato que diera fuerza a esa tradición y nos mostrara o describiera el escudo tal y como fue en su principio, pero mientras eso no se logre, creemos que la única composición racional que aquél debe tener es la que los principios heráldicos nos enseñan: esto es, las cinco cabezas de sable, con turbantes blancos, y puestas de perfil mirando al lado derecho del escudo. El grabado número 22, composición nuestra, lo representa de ese modo”.
Francisco Valverde y Perales, Historia de la Villa de Baena, Córdoba, Diputación Provincial, 1982, pp. 269-273.
El Crismón de Baena
Fue hallado en la Villa de Íscar (entre Castro del Río y Baena). En el siglo XVII aún parece ser, según cuenta Valverde y Perales, que existía en ese lugar un pequeño poblado con el nombre de la Aldea.
“Dentro de un antiguo sepulcro hallaron aquellos (unos trabajadores) una cruz de metal fundido, que mide 34 centímetros de alta por 25 centímetros de anchura en los brazos: tiene pendientes de estos el alfa y la omega, primera y última letras del alfabeto griego, anagrama del nombre de Jesucristo, principio y fin de todas las cosas. La parte inferior forma la cabeza de un áncora con su asa y su travesaño, teniendo al final de los brazos unos remates que asemejan las uñas de aquella. El áncora era emblema muy usado en los sepulcros de los primitivos cristianos, como puede verse en la obra La Roma Sotterranea Cristiana, de G. B. de Rossi. La elegancia y tamaño de este Crismón hacen de él una joya notable y singularísima, que tiene además el mérito de ser española, sin que hayamos visto ninguna en su género que se le asemeje. Su antigüedad está comprendida en la colección de inscripciones cristianas de Hübner, entre los años 517 y 662 de nuestra era, y es de creer, que el sepulcro donde estaba, guardara las cenizas de algún presbítero o dignidad de la Iglesia, dada la importancia del signo que fue enterrado con él (Grabado núm. 6).”
Francisco Valverde y Perales, Historia de la Villa de Baena, Córdoba, Diputación Provincial, 1982, p. 29.
Se pueden encontrar reproducciones, en oro (como la de la imagen) y también en plata en las joyerías de Baena.
El león ibérico de baena
El "león de Baena", popularmente llamado la "leona de Baena" puede datarse del siglo VI o V a. C.