( 1608 - ¿ 1660 ? )
EL POETA Y BAENA:
La milagrosa imagen de N. S. de Guadalupe que está en Santo Domingo de Baena
Soneto a la milagrosa imagen de N. S. de Guadalupe
Soneto a Ntro. Padre Jesús Nazareno
Respondiendo a un religioso, que hablaba muy de veras, en que por la industria de un catalán, subiría el agua en Baena.
Fiestas del Excmo. Duque de Sesa por la salud de su majestad
POESIAS:
La milagrosa imagen de N. S. de Guadalupe que está en Santo Domingo de Baena
De Dios la mejor criatura,
al deciros alabanzas,
todo ingenio se va a pique
que, en tanto mar, es nonada.
Si las cosas grandes dicen
que es valentía intentarlas,
en elogios de María
harto hace quien amaga.
Dadme, músicos del cielo,
en esta ocasión, las harpas,
si para cantar sus glorias
harpas de querubíes bastan.
Sierras que a la vista estáis,
de esta Señora, al nombrarla,
hacedla tal reverencia
que os arrastren esas faldas.
Y tú, Marbella apacible,
que a los árboles regalas,
sube, sube, y en sus pies
besa otras mejores plantas.
A tu antigua madre deja
por ver una madre rara,
y pues la llevas ahora
camina con pasos de agua.
¡Salve, Divina Mujer,
gloria y honra de mi patria!
¡Salve otra vez, oh refugio,
de fatigas bien lloradas!
Mi patria, sólo infeliz,
en la situación mala,
si en el dueño lustre y propios
ninguna de mejor traza.
Vos, de todas las Marías,
sola la llena de gracia,
doncella con muchos hijos
por el nombre de abogada.
El corazón sus afectos
todos juntos os consagra,
vuestras orejas divinas
admitan voces humanas.
De Guadalupe os llamáis
porque este nombre de guada,
río se interpreta y sois
el claro río de Ana.
La casa honráis religiosa
de aquel grande Patriarca,
en cuya frente una estrella
siglos de excelencias raya.
Aquel de guardar Domingo
que en las celestes moradas,
hijo bienaventurado
con Padre feliz se halla.
Renuevo siempre glorioso
de augusta raíz guzmana,
que por la parte materna
fue grano de ilustre haza.
Que al hecho de su ascendiente,
escrito en hoja de daga,
atrás se dejó porque
ser tanto es mayor hazaña.
Contemporáneo divino
del Francisco, cuyas llagas
le hacen parecer más bueno:
que Dios da heridas que sanan.
Seráfico Padre mío,
que por de manos rasgadas,
y por su humildad, mi afecto
el Cristo de Asís le llama.
Vuestra Concepción, ¡oh Virgen!,
contemplo tan aseada
que le está dando un jabón
a la original desgracia.
Al que caro le costó,
en la primera arrogancia,
meter a barato el cielo
con sus altiveces vanas.
Al ángel que se perdió,
por amigo de barajas,
antes que tuvieseis pies
confundisteis a patadas.
Lámparas sin luz, os miro
y parece cosa extraña
que oscuras lámparas tenga
la que nunca tuvo mancha.
Sea antorcha que os alumbre,
esta rutilante hacha,
que en las aguas de occidente,
tres mundos de luz apaga.
En el tiempo que a esta tierra
rebelde el moro infestaba,
y en sangrientas correrías,
caballos rompía y lanzas.
Cuando era correlaen
del Emperador monarca
que a los Carvajales dio
sentencia tan despeñada.
Los que en Martos yacen pueblo,
de nobleza tan anciana,
que en Simancas su memoria
peina innumerables canas.
Aquí propicia os halló,
del remedio con las ansias,
un cruzado con la insignia
púrpura de Calatrava.
A Guadalupe de lejos
dirigía sus jornadas,
y por vos halló muy cerca
lo que de lejos ansiaba.
Al volver de un parasismo
dijo con voz alentada:
“De ventura soy, ya he visto
mil efectos de una causa.
Una suprema deidad
he visto, cuyas palabras
sin parar en los oídos,
llegaron a las entrañas.
En sus brazos poderosos,
Madre e Hijo se alegraban,
que luego que el sol apunta,
dizen que se ríe el alba.”
“Pues hechas mercedes tienes
—me dijo la Virgen Sacra—,
vuélvete, que todo es uno,
yo, y la Reina que buscabas.”
Que fuisteis aparecida
bien es cosa averiguada,
porque en el mundo no hubiera
pincel que tan bien copiara.
En un lienzo de pared
toda mi atención os halla,
haciendo cielo la tierra
de unas venturosas tapias.
Lo que yo sabré decir
es que vuestra hermosa cara,
Señora, está muy gustosa
con estar emparedada.
A vuestra capilla quiero
esta vez llamarle capa
de milagros guarnecida
de piedades targeada.
Fábrica dizen que fue
—venerables antiguallas—
de un hidalgo que sirvió
de un gran Córdoba en la casa.
Y Córdoba tan ilustre
en sangre y virtud preclara
que pudo llamar abuelo
al tercer Conde de Cabra.
Mora se nombraba y fue
obra vuestra, Virgen santa,
que el que se llamaba mora
obrase acción tan Cristiana.
Famoso varón, tu nombre
suene edades siempre largas,
en el latón vocinglero
de la trompa de la Fama.
Los astros del firmamento,
formen de tu bulto estampas,
que el que a la virtud se inclina,
bien merece gloria tanta.
Por dar guerra a sangre y fuego
a la precita canalla,
de cuerpos resucitados
aquí se tocan las cajas.
Los cojos que a vos se acogen,
(su fe y devoción no faltan),
se vuelven como unos potros,
las mulas dejando atadas.
Yo sé de muchas heridas
con vuestro aceite curadas,
Virgen, que a sangre caliente
hacéis milagros que pasman.
Medio ciego estoy, Señora,
y fuera mi dicha brava
si en mis ojos vuestro aceite
un medio milagro obrara.
Todos vuestros atributos
soberanamente os cuadran,
pero el de fuente es famoso
porque os viene como plata.
Fuente cristalina sois
que misericordias mana,
sin que se oculten ningunas
porque dais muy a la clara.
Fino espejo sin lesión,
¡oh si todos os usaran
para componerse en vos
de acciones y no de galas!
Al siempre verde ciprés,
pero no a su fruta avara,
claro está que os parecéis
en lo ser esperanza.
Torre de David insigne,
no soberbia sino alta,
que de las muchas que os siguen
tenéis, por almenas, almas.
Fecunda Vid que llevó,
con pretextos de intacta,
el racimo que exprimió
aquella viga cruzada.
Oliva de paz florida,
mejor que aquella que al Arca
donde Dios guardó a los suyos
trajo la paloma mansa.
Urna de oro peregrina
que se sale estando sana,
pues sobre los hijos de Eva,
en favores se derrama.
De piadosa abierto el pecho
tenéis a cuantos os llaman,
amena ciudad os nombran
porque en todo sois Granada.
Rosa sin espinas donde
tan del cielo es la fragancia,
que siendo olor de señores
puede ser tu mozo el ámbar.
Vara, y de justicia, sois,
¡oh si el mundo te tocara,
para estar bien gobernado,
las medidas de tal vara!
Bien que nunca en mal estado
pozo sois de donde sacan
agua para las dolencias,
que siendo vuestra es rosada.
Nave en quien el Verbo entró
por las treinta y seis semanas
para aportar hecho hombre,
entre brutos y entre pajas.
Candidísima azucena,
os miro, quando no blanca;
palma humilde, si eminente
árbol de cortadas ramas.
Candelero en quien hicieron
virtudes tan soberanas,
que son sombras con las vuestras
aun las más despabiladas.
El atributo de piedra
se me hace duro, mas vaya;
diamante por el valor
fuisteis y por la constancia.
Morena pero hermosa
estáis, Virgen venerada,
mas no es mucho esté morena,
la que es del Señor esclava.
Yo me precio de ser vuestro,
y dize mi confianza,
no ayas miedo que te venda:
fiel la Iglesia la aclama.
Al cielo de vuestras glorias
se sube por una escala
de palo santo que tiene
con mucha cuenta las gradas.
El rosario vuestro, digo,
con quien el fiel dispara,
contra el enemigo eterno
tres veces cincuenta balas.
Con devoción afectuosa
os busquen de estas comarcas,
pues sois la mejor esposa,
seáis la mejor velada.
No con números obscuros
hinchada musa os canta,
que siempre tuve a los claros
por verlos de mejor casta.
Sólido el lenguaje sea
accidente con sustancia,
y las huecas oraciones
se pueden ir a ser cañas.
Ya he dicho, y he dicho poco.
Perdonad, diva serrana,
de un pastor de aquellas cuestas
la llaneza con que os habla.
Miguel Colodrero de Villalobos, Diuinos versos o Carmenes sagrados..., Zaragoza, Herederos de Pedro Lanaja, y Lamarca, 1656, fols. 43r, 43v, 44r, 44v.
Soneto a la milagrosa imágen de N. S. de Guadalupe
DON DIEGO SANCHEZ PORTOCARRERO, Caballero de la Orden de Santiago, Administrador de Millones de las Villas de Cabra y Baena, y sus partidos, por su Majestad, Regidor perpetuo del señorío de Molina, Capitán y Caudillo de su gente de guerra antigua.
A LA MILAGROSA IMAGEN DE Nª Señora de Guadalupe de Baena, y a su Capilla, edificada por Benito de Mora, por un milagro a que dio motivo el arrepentimiento de una impaciencia suya en la fábrica, y mudanza de la imágen.
SONETO
Que al primer Guadalupe este que adoro
sino en pompa en prodigios ha igualado
ya que vivientes lenguas no han bastado
las paredes lo dicen con decoro.
Entre antorchas de plata y luces de oro
se suspenda mi plectro mal templado,
por mi delito, si, desconcertado,
por tu milagro, ¡oh Virgen, si canoro!
Ya de un apóstol nos valió la duda
más que el creer de muchos, pues con ella
tocó la fe el milagro más divino.
¡Oh cuánto, Mora, tu impaciencia ayuda
la devoción de aquella imagen bella
pues a tantos milagros dio camino!
Miguel Colodrero de Villalobos, Diunos versos o Cármenes sagrados, Zaragoza, Herederos de Pedro
Soneto a Ntro. P. Jesús Nazareno
Al Sitio, y Convento de S. Francisco del Monte.
SONETO
Éste, que vive enfrente de aquel risco
que de alto la vista desvanece,
San FRANCISCO del Cielo más parece,
que parece del Monte San FRANCISCO.
Aquí recoge en el claustral aprisco
sujetos tan sujetos doce, o trece,
que un muerto andando cada cual le ofrece,
y parado, así propio, es obelisco.
Salve divina Soledad, a donde
vive el alto JESÚS tan empeñado,
como lo dice el sitio, y la pobreza.
A lo que en ti se calla Dios responde,
dichoso el que del mundo retirado
huye de su malicia, a tu maleza.
Miguel Colodrero de Villalobos, Diunos versos o Cármenes sagrados, Zaragoza, Herederos de Pedro Lanaja y Lamarca, 1656, f. 19r. Biblioteca Nacional, R/6905.
Respondiendo a un religioso, que hablaba muy de veras, en que por la industria de un catalán, subiría el agua en Baena.
Que subirá el catalán
al agua, dice vuesencia,
concedo la consecuencia,
como se haga azacan.
Siempre abazo la verán
los que mas en ello sudan,
(que hay cosas que no se mudan)
ni puede ser que lo entienda,
quien quiere que un agua ascienda
que aun a de caer no le ayudan.
Ahorrarse tanto estruendo
podrá el lugar, me parece
que puesto que se encarece
el agua se va subiendo,
den nuestra fuente yo entiendo
que no quiere dar tal salto,
Maese Pablo, al vulgo falto,
no con máquinas asombres:
que es más de bestias, que de hombres
poner el agua en lo alto.
En este cerro que mides
nos estás dando mamola,
con módulos de Biñola,
y con las líneas de Euclides.
Dente ahora lo que pides,
y deja de echar mastrazos
en tan ásperos ribazos
sin facultad, eminentes,
donde nunca habrá mas fuentes
que las que tienen los brazos.
Mas llegando a discurrir
la dificultad no está,
en que el agua subirá,
sino en que deje el subir.
¡Oh, quien la viera bullir
juguetona, y cristalina
sobre la misma Almedina,
donde la contemplo nube,
que si con el aire sube
en el aire se arruina.
El oprobio ya olvidado
que nos enciende cual fragua,
como es de que sube la agua
con ella se ha refrescado.
Uno que bien lo ha mirado
lo porfía; y con apuesta,
que es peor hurgarle a ésta,
do tanto bebiente aborda,
porque el agua es algo gorda
y se cansará en la cuesta.
Del agua que ha de volar
las pajas han repartido
por bestias nos ha tenido
quien paja nos quiere dar.
Creeme a mí, sin jurar,
bebida que al valle esmaltas;
no subas a torres altas,
que si a la placeta vas
con tu pila jugarás,
y no te faltarán faltas.
Si halláramos un Juanelo
que hacia el pósito guiara
la que al sudor de la cara
semilla, concedió el cielo.
Fuera de mucho consuelo
y de crecidos favores
para todos pecadores;
y fuera gran fiesta ver
al señor trigo correr
por bestiales atanores.
Fiestas del Excmo. Duque de Sesa por la salud de su majestad
Escamoso, mudo signo,
a quien le debe influencias,
palustre, si undosa plata
orbicularmente opresa.
La majestad de los días,
deidad calurosa, aquella
que muere para nacer,
vistaba en luces treinta.
Cuando el gran Duque, aquél digo
augusta pompa de Sesa,
si Demóstenes cristiano,
Cicerón en la elocuencia.
Descendiente generoso,
del que con santa inclemencia
tiñó el acero cruzado
de infieles en las venas.
Aquél muchas veces grande,
cuando capitán las mismas
valiente alumno de Marte,
racional rayo en la guerra.
Para probar su virtud,
es infalible dilema
ver, que olvidando la corte,
de sus estados se acuerda.
En la mejor de sus villas
alentó gustoso fiestas,
tales fueron, que no fueron
indignas de su grandeza.
Sirvióle en tamaña acción
mucha, toda la nobleza
que tiene para probar fe
en posición la evidencia.
Para cantarlas, la fama
empuñe cítara eterna;
ten la región invisible
sonoro escándalo sea.
Que yo para darles nombre,
siento (ya sé que es soberbia)
felicitada mi pluma,
de científica Camena.
La nueva lleve a PHILIPO
monarca tanto, que impera
a más provincias que el sol,
desde el signo doncel tuesta.
El abuelo postre a sus plantas;
dígale que se celebran,
alborotos tan festivos,
por ser su salud tan buena.
Y por mercedes le pida
no más de atención, merezca
instrumento imaginario
ser lisonja de su oreja.
Después de haber asistido
(con piadosa reverencia)
en un seráfico alarde
de Scipiones de la Iglesia.
Los que vieron en Japón
(de su martirio por señas)
con calenturas el aire,
y con ciciones la tierra.
Por mejoras de su Rey
invoco la de la sierra,
deidad, que a centro increado
fue intacta circunferencia.
La que vive sobre un monte,
en cuya cumbre tropiezan
los potros, que rige el sol,
(que de mucho si es toda piedras?)
Después de erigirle gracias
a otra soberana Reina,
que pisando serafines
vive al pie de rubias cuestas.
Asistida de un vecino
siempre huyendo, y siempre cerca,
que no quisiera ser río,
por no pasar tan apriesa.
Salió el Duque mi señor,
día del vario planeta,
iluminando vasallos
valientes, de luz, emblema.
En la máscara salió
sobre un castaño, que huella
tan airoso, que a su sombra
parece que galantea.
Fogoso el bruto bizarro
en la correctora rienda
la mano del dueño siente,
y ufano se gallardea.
Famoso Conde de Luque
iba a la parte siniestra,
ostentando en el pellejo
autoridad cordobesa.
Sobre un corpulento rucio,
cuello poco, mucha greña,
pendiente extremo extremado
de bien partida cadera.
Dos relámpagos visivos
le arqueaban las cejas,
trueno animado al correr,
al parar, en centro piedra.
Que mucho pues, si nació
en gamenosas dehesas,
de naturaleza airosa
(si los céfiros engendran).
Eligieron los señores
(en verde campo seda)
cabos, donde culta mano
sembró plata en lentejuelas.
En los sombreros el aire
de plumas batió una selva:
a quien prendieron preciosos
diamantes por gala inquieta.
Galán salió por los cabos
cada cual, la diferencia
iba confusa en los dos,
porque igualmente campean.
A uno y a otro, sucedían
ordenanzas gentilezas,
de galanes a cuadrillas,
de lacayos a hileras.
Parecía tanta gala,
(oro brillando en las telas)
firmamento de acá abajo,
sino del aire floresta.
Después de paseo grave;
de Palacio en la plazuela
entraron, corriendo todos,
advirtiendo las espuelas.
Con igualdad discurrían
por la arenosa carrera,
sin haber pareja en todas,
que no fuese muy pareja.
Revolviéndose a compás,
repitieron ligerezas,
para el Convento famoso,
en cuanto la Luna argenta.
Este, que incluye (a pesar
de la región siempre fea)
jerarquía señoril,
o comunidad angélica.
Acabada tal fatiga
fuego hallaban en la arena,
coléricas gallardías
de animales Valenzuelas.
Negóse el Duque a la plaza,
púsose el sol, saber resta,
a cuál el silencia sombras
debió de las dos ausencias.
El día llegó jovial,
en quien notó su Excelencia,
logrados muchos deseos,
su pretensión satisfecha.
Apenas le mereció
la plaza, cuando contenta
alternó dulce alegrías,
voz de canora madera.
Paseos dando a las damas
advirtió, que sus bellezas
eran, si del cielo rosas,
de las ventanas estrellas.
Sitial ocupó decente,
donde tremoló banderas
Boreas veneró coronas,
y Majestad miró presa.
Salió en figura de toro
un rayo, y la plebe anhela
reparos, todo en vano,
que no hay a rayos defensa.
Sobre un cuadrúpedo viento,
airoso joven le cerca;
de cuyo acero la muerte,
pienso que aprendió violencias.
Envistiole el bruto horrible,
y él con la persona entera,
rompiendo el fresno, homicida
cerviz salvaje atraviesa.
El corazón ofendido,
parte a parte, vena a vena,
purpúreo veneno escupe,
por bocas sanguinolentas.
Hosco furor, coronado
de cuernos, y de guedejas,
que bebió a famoso río,
bética plata risueña.
No cabiendo en el toril
a golpes pidió franqueza,
y al salir, rigor plumoso
voló a infundirle megueras.
Deseoso de matar
tumultos de gente ausenta,
y no viendo a quien seguir,
fuego brama, y toro humea.
Que al hallar el monstruo oscuro,
donde ejecutar ofensas;
no dudo que por el cielo
alguno al infierno fuera.
Los caballos renovando
narcisos cuatro, presentan
denuedo arriscado al circo,
y al fiero animal voltean.
No así de acero arqueado
sale volante saeta,
como parte a destruir,
a donde vio resistencias.
Éste le taladra el pecho,
el cuello aquél le penetra:
y al fin uno de la vida
le acabó de abrir las puertas.
Raudal de líquida grana
el armamento añoso ostenta,
agoniza con sí mismo,
y cadáver bermejea.
Barroso tigere, terror
de la montaña morena;
en quien debió de pacer
mucha venenosa yerba.
A la vista se ofreció,
y agilizando braveza,
alcanzar quiso personas
de no enana palenquera.
Rabiando por ofender
a peligros se despeña,
y como el morir en ellos,
nunca dejó de ser fuerza.
Murió pues con más heridas,
que un abril flores engendra,
que un mayo dispone espigas,
que un junio granos deseca.
Dieron principio a la entrada,
y librando lanzas gruesas,
pensamientos son que corren
sino jinetes que vuelan.
Por ser tan propio a las cañas
echar lances, lances echan,
tales, que de cuantos miran
no hay voluntad, que no pescan.
Unicornios andaluces,
en tanto afán se recrean.
Cuando heridos sus hijares,
rosicler vital gotean.
El juego finalizando,
escaramuzas comienzan,
bueno todo, quiera Dios,
que escrito también parezca.
Todo se le debe al Duque,
más lustros viva, que cuenta
único pájaro inflantes
lirios una primavera.
Y con tal dicha los viva,
sobre afortunada rueda,
que, el vicioso infame, ofenderle
(la envidia digo) no pueda.
Miguel Colodrero de Villalobos, Varias rimas, Córdoba, Salvador de Cea Tesa, 1629, ff. 80-90.
BIBLIOGRAFÍA:
Autor/es: Colodrero de Villalobos, Miguel
Título: Golosinas del ingenio / M. de Colodrero Villalobos
Publicación: [Zaragoza, 1642 : s.n.], 1960 ([Tip. Moderna])
XIII, 126 p., 2 h. ; 18 cm
Colección: Duqve y Marqvés. Opúsculos literarios rarísimos ; v. XVII
...............................................................................................................................
Autor: Colodrero de Villalobos, Miguel (1608)
Otros responsables: · Matevad, Sebastián, imp. · Matevad, Jaume, imp.
Título: El Alpheo, y otros assuntos, en verso, exemplares algunos / por don Miguel de Colodrero Villalobos...
Publicación: En Barcelona : en casa Sebastian, y Jayme Mateuad..., 1639
Descripción: [8], 130 [i.e. 132] h. ; 8º
Notas: · Colofón
· Sign.: [calderón]8, A-Q8, R4
· Error de fol., se repiten h. 95 y 96
.....................................................................................................................................
Autor: Colodrero de Villalobos, Miguel (1608)
Otros responsables: · Cea Tesa, Salvador de, imp.
Título: Varias rimas de don Miguel Colodrero de Villalobos...
Publicación: En Cordova : por Salvador de Cea Tesa, 1629
Descripción: [16], 176 p. ; 4º
Notas: · Colofón con marca de impresor
· Sign.: [calderón]8, A-K8, L-M4
..........................................................................................................................
Autor: Colodrero de Villalobos, Miguel (1608)
Otros responsables: · Lanaja y Lamarca, Pedro, Herederos de, imp.
Título: Diuinos versos o Carmenes sagrados... / D. Miguel de Colodrero Villalobos los escribia...
Publicación: En Zaragoça : por los herederos de Pedro Lanaja, y Lamarca , 1656
Descripción: [4], 68 h. ; 4º
Notas: · Sign.: [ ]4, A-H8, I4
UN SEGUIDOR DE GÓNGORA, ORIUNDO DE BAENA[1]: MIGUEL COLODRERO DE VILLALOBOS (1608-)1660?).
ANTONIO CRUZ CASADO
IES “Marqués de Comares”. Lucena
El anatema de Menéndez Pelayo sobre la poesía gongorina, y en especial sobre la de Miguel Colodrero, ha propiciado que apenas se hayan llevado a cabo estudios sobre este poeta baenense, de la misma manera que se carece de una edición actual. La inquina contra el barroco por parte del influyente sabio santanderino no tuvo en ningún momento la necesaria rectificación, no cantó la palinodia como hizo en otras ocasiones, por ejemplo, con respecto al romanticismo alemán[2]. De esta forma considera un poema que nos parece tan fundamental como Las Soledades en los siguientes durísimos términos: "Góngora se había atrevido a escribir un poema entero, sin asunto, sin poesía interior, sin afectos, sin ideas, una apariencia o sombra de poema, enteramente privado de alma. Sólo con extravagancias de dicción intentaba suplir la ausencia de todo, hasta de sus antiguas condiciones de paisajista. Nunca se han visto juntos en una obra tanto absurdo y tanta insignificancia. Cuando llega a entendérsela, después de leídos sus voluminosos comentadores, indígnale a uno más que la hinchazón, más que el latinismo, más que las inversiones y giros pedantescos, más que las alusiones recónditas, más que los pecados contra la propiedad y limpieza de la lengua, lo vacío, lo desierto de toda inspiración, el aflictivo nihilismo poético que se encubre bajo esas pomposas apariencias, los carbones del tesoro guardado por tantas llaves. )Qué poesía es esa que, tras de no dejarse entender, ni halaga los sentidos, ni llega al alma, ni mueve el corazón, ni espolea el pensamiento, abriéndole horizontes infinitos? Llega uno a avergonzarse del entendimiento humano cuando repara que en tal obra gastó míseramente la madurez de su ingenio un poeta, si no de los mayores (como hoy liberalmente se le concede), a lo menos de los más bizarros, floridos y encantadores en las poesías ligeras de su mocedad"[3]. Termina diciendo que las Soledades es una obra baladí y execrable.
Y sin embargo, Góngora, que acaba de traducirse hace poco tiempo al japonés[4] (datos bibliográficos e indicar que tal obra bien merecería que nuestra academia nombrase correspondiente a su autora), tiene la consideración entre la crítica actual de ser "uno de los grandes poetas del mundo, no sólo de España", como decía Cervantes en feliz frase aplicada en su momento al lucentino Barahona de Soto (Quijote, I, 6). Para Menéndez Pelayo los seguidores del genial poeta cordobés tienen incluso peor consideración, como es de esperar, y al respecto dice del poeta de Baena: "Colodrero de Villalobos era un culterano furibundo, y en sus obras nada hay de tolerable, salvo algunos epigramas"[5].
Claro que Menéndez Pelayo no es más que la última fase de una línea de tendencia clasicista, horaciana, que tiene precedentes abundantes en toda la crítica anterior, incluso en el mismo momento en que se está produciendo la obra gongorina. En este sentido hay que recordar también la opinión contraria de otro crítico decimonónico, Bartolomé José Gallardo, que afirma, refiriéndose igualmente a Colodrero: "Como joven y paisano, y convivo de Góngora, fue de los más fanáticos sectarios de este heresiarca de la poesía. Su lenguaje es gongórico; sintaxis enhetrada[6]; voces exquisitas y nuevas, de su propio cuño"[7].
Conocemos hasta cuatro obras editadas del poeta baenense[8], aunque en la última de ellas parece indicar que ha editado cinco: "Ésta que de mis obras impresas es a dos visos la quinta", señala[9] en la dedicatoria al Conde de Cabra. Sus libros conocidos son los siguientes: Varias rimas, impreso en Córdoba, por Salvador de Cea Tesa, en 1629; El Alfeo y otros asuntos en verso, ejemplares algunos, impreso en Barcelona, por Sebastián y Jaime Metaud, en 1639; Golosinas del ingenio, editado en Zaragoza, por Pedro Lanaja, en 1642, y Divinos versos o cármenes sagrados, que vio la luz igualmente en Zaragoza, por los herederos de Pedro Lanaja, en 1656. Frente a estos datos reales, ignoramos prácticamente todo lo demás[10]; la fecha de su nacimiento se sitúa en Baena, en 24 de mayo de 1608 fue bautizado en la Parroquia de San Bartolomé, según la mayoría de los críticos que le han concedido alguna atención[11], y en el año 1611, según algún otro[12], y la fecha de su muerte, hacia 1660, o después, se apunta solamente como probable[13].
Por razones de tiempo, nos dedicaremos sólo a examinar de manera sucinta su primera obra, la que aparece en Córdoba, sólo dos años después de la muerte de Góngora, cuyo estilo sigue, aunque en los libros restantes encontramos diversas composiciones de interés para esta ciudad de Baena y para algunos otros pueblos de esta comarca. Entre ellas se pueden mencionar el soneto "A un amigo habiendo muerto un ciervo en un sitio que llaman la boca Horquera" (f. 26 v), "A la muerte del señor don Gonzalo Fernández de Córdoba" (f. 30 v.), "Habla con el lector en un suceso que tuvo el poeta viniendo de Granada" (f. 88 r.), (todas las anteriores del Alfeo), "En el túmulo a la Excelentísima Señora Dña. Isabel Fernández de Córdoba y Figueroa, Condesa de Cabra" (f. 16 v.), "Al excelentísimo Señor Conde de Cabra, en muerte de la Excelentísima Señora Doña Isabel de Córdoba y Figueroa, Condesa de Cabra, su mujer" (f. 17 r.), "Llegando el autor al apacible sitio de las huertas y río de Cabra" (f. 23 r.), "A la milagrosa imagen de Nuestra Señora de Guadalupe, que está en Santo Domingo de Baena" (f. 42 v.), "Respondiendo a un religioso que hablaba muy de veras en que por la industria de un catalán subiría el agua en Baena" (f. 53 v.), "A Arias, famoso representante que murió en la Villa de Cabra" (f. 63 v.), (de Divinos versos), etc. En curiosa coincidencia con nuestra actual aproximación se presentará en unas jornadas, que se celebrarán la próxima semana en la Universidad Complutense de Madrid, una comunicación sobre un poema mitológico burlesco de El Alfeo, titulado "Mentira pura de Baco y Erigone"[14]. Parece que las sombras del olvido van perdiendo con ello alguna densidad en torno a este poeta.
Las Rimas juveniles de Colodrero están dedicadas al "Excelentísimo Señor don Luis Fernández de Córdoba, Cardona y Aragón, Duque de Sessa, Soma y Baena, Marqués de Poza, Conde de Cabra, Vizconde de Iznájar, Señor de Rute"... el cual, entre otros títulos es también "Señor de Doña Mencía y Albendín"; como puede comprobarse, muchos de ellos se refieren a lugares de esta zona. No podía haber elegido el poeta mejor mecenas que el poderoso Duque de Sessa, desterrado por entonces en Baena, concretamente, desde septiembre de 1627 a noviembre de 1628, por cierta aventura amorosa con una dama casada a la que también pretendía otro noble[15]. La protección de tan poderoso señor explica que un alto número de cortesanos y de poetas elogien la obra, de lo que comenta Gallardo: "Con dificultad habrá poesías peores que hayan salido al público con más elogios en verso"[16].
Poco más de veinte años antes, Miguel de Cervantes no tenía ningún amigo lo suficientemente relevante para dedicarle los elogios de rigor al comienzo de D. Quijote, de lo que parece alegrarse mucho Lope de Vega, que comenta en una carta por entonces: "De poetas, no digo: buen siglo es éste. Muchos están en cierne para el año que viene, pero ninguno hay tan malo como Cervantes ni tan necio que alabe a Don Qujote"[17]. En consecuencia su libro salió sin estas preceptivas y estereotipadas alabanzas previas, sin acompañamiento amistoso, al contrario que le ocurre a Colodrero. Basta pensar en el castizo refrán: "El que a buen árbol se arrima..."; no existía por entonces en estas tierras una sombra mejor que la del Duque de Sessa. La juventud del autor, que en el momento de la edición del libro no sobrepasaba apenas los veinte años, las palabras de aliento al mismo, así como su relación con Baena y su poderoso señor, son elementos que se reiteran en estos escritos preliminares. La fogosa inexperiencia del poeta, su orgullo, un tanto inmotivado todavía, se advierten en el prólogo al lector, en el que señala: "soberbia tengo para decirte que hay en ellas [en sus obras] partes que te han de agradar". Claro que si a alguno le pareciesen malas, no se le da de ello un ardite, como decían los clásicos, "de todos se me da -escribe- las coplas de mis romances, por no decir las de don Gaiferos". Si el lector traduce esto al lenguaje actual, sin duda puede salirle algún exabrupto.
La relevancia de los autores que respaldan al escritor es enorme en estos años iniciales del siglo XVII; nada menos que el gran Lope de Vega, que firma el parecer y añade un buen soneto en el que se refiere a "tu tierna y verde edad, tu luz primera / así tu patria y tu nobleza honora", "cuando amanece de tu ingenio el día", añade; el madrileño Juan Pérez de Montalbán, el prestigiodo predicador José de Valdivielso, entonces capellán del serenísimo Infante Cardenal, que escribe "que a la cultura de la edad primera / apuesta luces y compite rosas"; el granadino Pedro Soto de Rojas o el cultísimo ruteño Juan de Aguilar[18], humanista en Antequera, que le dedica unos versos latinos. Entre los restantes poetas y cortesanos (hay unos veinte en total), otros alaban a su ciudad, por ser la cuna del prometedor lírico. Así Jerónimo Pérez de Valenzuela apunta que el Sol, es decir, el dios Apolo, "ya a Delfos tiene en Baena", en alusión a la capacidad de vaticinio que se les suponía a los vates, asociados con frecuencia con el célebre santuario griego, y Felipe Bernardo del Castillo, que es el capellán de doña Juana de Rojas y Córdoba, escribe: "Bien gozará Baena eterna fama / por ser tu patria ilustre y venturosa".
De todos ellos, el más famoso, y el que parece haber arrastrado a los demás, es Lope de Vega, que comenta en el inicio mismo, en un parecer, que el libro "no tiene cosa que repugne a la fe, ni ofenda las costumbres. El estilo es florido, el lenguaje advertido, los pensamientos honestos y todo finalmente digno de que V. A. aliente sus principios con la honra de la licencia que pide". También el gran Lope era por estos años deudor del Duque de Sessa, en una labor delicada que estaba a caballo entre las funciones propias de un secretario de amores y un alcahuete del noble. De todo ello dan fe las numerosas cartas que escribe Lope de Vega al noble baenense, al que llevaba unos veinte años de edad. Don Luis Fernández de Córdoba había nacido en Baena en 1582 y moriría en 1642, con unos sesenta años, avejentado por los excesos y por los amoríos, que algunos críticos, al parecer con poco fundamento, consideran tanto de carácter heterosexual como homosexual[19]. Sessa es, con todo, una de las figuras más representativas de la corte de Felipe III y de Felipe IV, aunque sufre diversos destierros, como el ya señalado antes, pero participa en los sucesos más relevantes de la corte española, como el recibimiento y fiestas al príncipe de Gales[20], que venía a España con la intención de casarse con la hermana de Felipe IV, la princesa María de Austria, en 1623.
Pero además la amistad de Lope y don Luis afectaba también a sus hijos, a sus amantes; así don Antonio de Córdoba, hijo del noble y conde de Cabra, apadrina en 1617 a la niña Antonia Clara, hija de Marta de Nevares y Lope de Vega, aunque se registra como hija de Marta y de Roque Hernández, el anterior marido de la hermosa Marcia Leonarda. Como se sabe, Lope se había ordenado sacerdote algunos años antes, en 1614. La confianza y trato campechano entre el noble y el escritor llega a que, en ocasiones, el duque cene en casa de Lope, una comida sencilla preparada por las propias mujeres de la casa [21]. En este ambiente no hay que extrañar que el escritor le pida aceite para hacer la comida y para alumbrar, como se indica en alguna carta de 1628: "Tengo salud -escribe el Fénix- y la tienen las criadas de V. E., ahijadas y madre [se refiere a sus hijas Feliciana y Antonia Clara, y a Marta de Nevares]. Escribieron con Aguilar, que se ofreció traerles aceite del Andalucía para la Cuaresma y, así, una dellas, viendo que no viene, ha vuelto la letra de don Luis de Góngora que dice:
(Ay, que muero de celos
de aquel andaluz!
Háganme, si muriere,
la mortaja azul[22],
desta suerte:
(Ay, que al Duque le pido
aceite andaluz!
Pues que no me le envía,
cenaré sin luz.
Mire V. E., si Antoñica puede ya desafiar las musas"[23]. El escritor solía adjudicar a mujeres de su familia algunas de sus composiciones, como hace en este caso.
He aquí, pues, que descubrimos que el gran Lope de Vega es uno de los primeros admiradores y degustadores del aceite andaluz, seguramente del que se producía ya por entonces en Baena, de notorio renombre.
Por lo que respecta al libro que nos ocupa, en él no se advierte ordenación temática no métrica demasiado fija, aunque tanto los temas como, en menor medida, los metros sean bastante variados. Junto a reflexiones morales aparecen referencias mitológicas, poemas a las rosas, habitualmente como símbolo de la fugacidad de la vida, en lo que Colodrero adquiere singular maestría o especial insistencia; entre estos poemas, circunscritos al presente libro, están los titulados "Rosa ultrajada", "Al deshojar de un rosa en una fuente", "Haciendo ejemplar de su amor a un arroyo a la vista de unas rosas", "Ofreciendo unas flores", etc.
De especial interés para nosotros es el soneto "A don Luis de Góngora, en alabanza de su Polifemo y Soledades"[24], que quizás pudo conocer Góngora porque, según se desprende del último terceto, el poeta cordobés está aún vivo cuando se compone el texto, aunque había fallecido sólo dos antes de la edición que nos ocupa. El texto señala: "Y en mereciendo luces pisar bellas / holocausten, venérenle su nombre, / hasta el fin de los siglos sea eterno", lo que viene a decir que cuando muera ("en mereciendo luces pisar bellas", referencia a estar en el cielo, más allá de las estrellas, o luces bellas, como si las estuviera pisando), entonces su nombre será inmortal.
Con respecto a la Fábula de Polifemo y Galatea señala que "de Galatea, dulces crueldades, / cantadas mira en superior desvelo", en tanto que las Soledades le merecen un cuarteto completo:
Estas aquellas suspensión del suelo
cultas heroicamente Soledades,
donde en altas profundas variedades
siente imitada su armonía el cielo.
Ambas composiciones gongorinas guían en cierto sentido otras dos de Colodrero; la influencia de las Soledades se advierte en la extensa "Silva"[25] pastoril y paisajística, y el Polifemo presta algunos tonos y metros a la "Fábula de Teseo y Ariadna"[26]. No faltan tampoco ejemplos de la poesía áulica o cortesana, igualmente cultivada por Góngora, en composiciones como el soneto dedicado "Al Señor Don Antonio Fernández de Córdoba, Conde de Cabra, viniendo a su estado" (p. 43), que es el hijo del Duque de Sessa, en tanto el mecenas es objeto de su atención en dos poemas: "Fiestas del Excelentísimo Señor Duque de Sessa, por la salud de Su Majestad" (p. 80), en las que se refiere a unas fiestas de toros y cañas celebradas precisamente en Baena, en los primeros meses de 1628, cuando aún dura el destierro del Duque[27], también citadas por Lope en una de sus cartas (marzo de 1628), y otra "Al Excelentísimo Señor Duque de Sessa" (p. 91), altamente elogiosa y que bien pudo motivar la protección del noble con respecto al poeta.
Con relación a otros poemas de esta colección, como la "Fábula de Hipomenes y Atalanta" (p. 93), se puede señalar que recuerda lejanamente alguno de los romances de Píramo y Tisbe, de don Luis, aunque el sentido paródico y satírico no está muy marcado (sí lo está, en cambio, en la "Mentira pura de Baco y Erigone", incluido en El Alfeo), de la misma manera que la mediana serie de romances de Colodrero, unos 22 poemas, casi todos amorosos y pastoriles, nos evocan algunos recursos gongorinos[28], aunque con tonos muy desvaídos y mediocres. Finalmente, hay alguna composición religiosa, aunque el tema está poco cultivado, al contrario que ocurre en los libros siguientes, como la titulada "Al sentimiento de San José, viendo preñada a la Virgen Nuestra Señora" (p. 169), que trata un tema que tuvo reparos en alguna situación histórica[29] y que aquí parece disculpable por la juventud e inexperiencia de su autor.
En conjunto, estamos ante una colección variada, en la que se advierten algunos rasgos prometedores, que luego se cumplirán en colecciones más maduras, como los Divinos versos, de 1656, a la que pertenece este delicado y desengañado soneto, con el que queremos terminar esta aproximación inicial:
Desengaño de la brevedad de nuestra vida, concluyendo con que un hombre es árbol e converso.
No ha nada que era mozo y ya soy viejo,
parece que anteayer iba a la escuela;
(válgame Dios!, y lo que el tiempo vuela,
sin duda que alas tiene de vencejo.
Esta mañana me miré a un espejo,
que heredé de los bienes de mi abuela,
y de la que a los días pica espuela
surcada vi la tierra al sobrecejo.
Contra mí no hay instante que no obre,
y en mis sienes de canas mil cubiertas
plata blanquea, lo que ya fue cobre.
(Qué breves nuestras vidas son! (Qué inciertas!
Mas )cómo ha de durar un árbol pobre,
que tiene las raíces descubiertas?[30]
En fin, se puede señalar que este poeta vive en una época de gigantes, el Siglo de Oro, y tuvo que codearse con líricos de la talla de Góngora, Lope o Quevedo[31], junto con otros igualmente muy valiosos y significativos; en cualquier otro momento histórico Colodrero, hubiera sido considerado, tal como nos parece en estos momentos, un poeta estimable, digno de atención y de estudio.
Lucena, 12 de noviembre de 1999
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[1] El texto de este artículo procede de una comunicación, con el mismo título, que se expuso en las Jornadas de la Real Academia de Córdoba en Baena, que tuvieron lugar los días 13 y 14 de noviembre de 1999.